“Hasta ahora la Organización de Naciones Unidas ha prestado su interés a enfermedades infecciosas muy extendidas, como el sida, la malaria o la tuberculosis”, subrayó. “Estas patologías necesitan apoyo, pero no hay que olvidar otras crónicas, como la diabetes, que son una epidemia escondida”.
Silink sostiene que aunque no se puede hacer nada para evitar la diabetes insulinodependiente, aparte de tratarla con eficacia, más de un 80 por ciento de casos de diabetes tipo 2 podría prevenirse o al menos reducir su impacto mejorando los hábitos de vida.
Y a este respecto la evidencia científica es abrumadora. Los estudios demuestran que en personas con alto riesgo los cambios en el estilo de vida son en muchas ocasiones más efectivos que el uso de fármacos, y la educación diabetológica, por sí misma, es capaz de reducir el impacto de la enfermedad.
En el congreso de Copenhague se han presentado varios estudios y revisiones sistemáticas. Entre otros, destaca el dirigido por un equipo de la Universidad de Islandia, en Reykjavic, que concluye que el análisis inicial de la HbA1c (hemoglobina glicosilada) es el mejor punto de partida para establecer programas educativos de control glicémico.
La diabetes causa más mortalidad que el VIH/sida
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